Hada del Lago...

Mirando el bosque y sobre un lago,
mis ojos no podían creer lo que veían,
una hermosa hada,
con fulgores brillantes que sus alas poseían,
enmarcaban sobre el agua,
los reflejos que irradiaban cuando se abrían,
parecía que caían luces sobre ella,
no, no eran luces que venían,
era escarcha de estrellas,
que de gran luz a esa ninfa la cubrían,
hada del lago así la llamaría,
y si la mirasen, ¿acaso se asustaría?
me acerqué tanto a ella,
que el viento de sus alas de pronto me envolvió,
sólo me miró, se acercó un poco a mí,
y le dije, me enamore de tí,
los rayos de luz me dejaron ver su mirada,
y en ella por completo me perdí,
besé su boca, boca de miel,
de ese mundo mágico el mejor elixír,
ella me dijo me tengo que ir,
en donde yo vuele siempre te voy a vivír,
hada del bosque nunca te voy a olvidar,
serás siempre mi mejor existír...

Martín

No te conozco del todo porque eres insondeable,
pero tambíen sé quién eres,
cuando parece que no te siento,
es porque estás mas cerca,
como la estrella a los atardeceres,
y también como el matíz que el sol cubre a los cielos,
en los amaneceres,
mis problemas van, mis problemas vienen,
cuando a lo lejos los diviso,
me hago el sordo oyendo, y me hago el ciego viendo,
tu tapas el sol con un dedo,
y cuando me agita lo que ya estoy presintiendo,
cambias aquello que me esta doliendo,
y que estoy sintiendo,
pintando los caminos por donde mi vida transita,
esos signos para que yo los siga,
y a mi espíritu invitas y en el oído le musitas,
que solo nunca me dejas,
que existirá siempre la pradera secreta,
en donde todo existe y nada se inventa,
y en donde el alma escapándose a esos recintos intenta,
refrescarse en las fuentesillas que están brotando,
melodías que el ruiseñor en ese lugar esta cantando,
y canta que Dios es majestuoso,
sencillo como la hoja que el viento esta arrastrando,
y tan poderoso, como el mundo,
que con sus manos esta cargando...

Martín.

María Inés...

Cuando el sol ya se escondía,
la mirada de María Inés se perdía en la lejanía,
detrás de ese azul océano su amor vivía,
ella lo sentía, ella tanto lo quería,
que el perfume de su recuerdo le traía la melancolía,
sabía que jamas lo olvidaría,
olas que el mar traía y que en el aire le decían,
que venían besos que la envolvían,
recogía caracoles que en la orilla del mar nacían,
ella en su alma los escondía,
y en los sueños le cantaban que también la recordaban,
eco marino, que en el ruido de las olas y su espuma,
gritaban que una sirena las olas del mar rompía,
era María Inés que caminando y mirando el cielo decía,
aquí te seguiré esperando, en mis sueños y en mi vida,
te seguiré siempre amando,
y también recordando...

Serenata:

Espero sea de tu agrado,
con cariño hasta Argentina.

Tu amigo de México.

Martín.

Aura...

Encontré al aura sumergida
en grandes fulgores que el universo la dotó,
y llegué sigiloso a su entorno,
era bella, ella era como una flor de loto,
estaba tranquila y silenciosa,
no sabía en donde estaba su pensamiento,
pero lo intuía,
porque su mirada,
buscaba el paisaje para llegar con el viento,
en ella llegaba el alba,
es primero aura después alba,
y recolecta colores,
para pintar el cielo de azules nacarados,
para pintar todos los sueños,
de aquel que escondido bajo sus alas,
descubré sus mátices mas brillantes,
así eres tu aura,
que te pintas con las gotas de lluvia en la cara,
con un rayo de luna tan sólo también te basta,
y en el día de sol tu alma,
mañana cuando amanezca,
te veré danzando en torno de los dardos,
pintando con el lienzo de tus manos,
el arco iris en los días nublados...

Aura: Recibe este poema, que cierto día
te prometí, espero sea de tu agrado, y
gracias por venír a este rincón del
verdadero tesoro, tu amigo fiel y servidor.

Martín.

Fríos y destellos...

Hoy el frío no pidió permiso para llegar, llegó así de pronto como llega el viento,
una casa hecha con mi cobertor interioriza también a mis pensamientos,
y mientras la noche pasa, no hace a mis momentos tan funestos, y solo siento,
que mientras la tempestad azota, la oscuridad en la calle abraza su tormento,
en el parque, las bancas frías y desoladas aun escuchan los juramentos y lamentos,
de aquellos que ahí se musitaron las palabras, escapándose hacía el infinito,
escuchando los besos, de aquellas bocas que musitan todo lo que ahí se dijeron,
y el fantasma en el parque que llega a la cita, tú que lees esto, no tengas miedo,
son mis pensamientos que inventan ¿o será que en verdad están sucediendo?
mañana es otro día, un día como cualquiera, pero esta noche, algo está ocurriendo
la helada noche algo me está diciendo, que alguién en mí está pensando,
se quién es con los destellos que están llegando, y de pronto los estoy besando.

Martín.

Charco de estrellas...

En un charco de estrellas quise encontrarte y ya no estabas, tanto te buscaba,
que la noche fría se resquebrajaba y nada me decía, ni siquiera la sentía,
eran filamentos de llamas que del espacio llegaban y me abrigaban, ¿sería el alba?
no, no era el alba todavía, era la escencia de tu alma que conmigo permanecía,
venían escarchas de estrellas y mis sueños poseían, te besaba y de nuevo te tenía,
estrellas fugaces por favor no me causen mas heridas, solo quiero verlas, solo deseo sentirlas,

si las nubes de esta noche se abrazan a la luna llena, le pediré a Dios que sople sobre ellas,
y un poco de ese aire bañe el entorno de esta noche mágica y así soñarte,
rebaño de estrellas en un charco del espacio por donde camino descalzo,
no encuentro espinas que traspazen la piel y causen lastimeras heridas,
espacios de azules tan celestes en donde la luz de luna proteje sin medida,
contaré las estrellas, me quedaré dormido y así podre estar con ella.

Martín.

Aquellos ojos...

Miradas que lo dicen todo,
encontrando en tus ojos la paz que necesito,
aquí están los míos, dejemos que se encuentren,
que vuelen hacía el infinito,
miradas que cautivan mi mundo,
como alas que se esconden en las madrugadas,
y que al descubrirlas,
me irradian su luz cuando extendidas me abrazan.

Ojos centelleantes, que en las distancias
vigilan el paisaje de mi sentimiento,
en donde encuentro follajes de verdes intensos,
y a aquellos ojos que pienso,
y a cada instante siempre intento encontrarlos,
jamas quiero perderlos,
si no los encuentro, el eco me los trae de regreso,
y descubro en ellos un beso.

Éxtasis de miradas
que dicen lo que el alma esconde,
como un libro abierto,
de páginas que se quedan impregnadas
y unidas a destinos inciertos,
y cuando esas miradas se separan,
los océanos se escapan por ellas,
y llega la brisa y el descanso
para aquellos ojos
que se están siempre buscando.

Martín.