Entra sobre el lúgubre cuarto de mi habitación,
el profundo lascivio del invierno,
aletea sobre la cortina colgada de la ventana,
que permanece semicerrada entre marcos fríos,
volviéndola hielo como escarlata congelada,
así permanecerán mis recuerdos en el tiempo,
como témpanos de hielo que volverán en cada invierno,
y en cada madrugada fría que calienten el ambiente,
y enfríen mis sentidos en cada pensamiento tuyo,
gotas frías sobre los cristales que caen resbaladas,
no necesitan inclinarse ni pedir perdón,
para quedarse eternamente suspendidas,
porque no podrán retener el tiempo,
de la noche que seguirá pasando.
Martín.
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