Me dejaste descubrir tu piel sobre la sabana
que yacía como alfombra acomodándose a tu cuerpo,
descubriendo también sobre tu espalda,
los estigmas de los besos que te di
quedándose ahí cicatrizados en gozo placentero,
acercando poco a poco mis dientes felinos
posándose lentamente en tu cuello,
en danzas frenéticas junto con el compás de las velas
que murmuraban sobre la oscuridad
de pasionales encuentros,
iluminándose sobre los rincones de la habitación
las sombras de aquellas bocas ávidas,
llenándose las copas con la ultima espuma,
de aquel vino tinto que tardío se hacia presente,
con el primer rayo tibio de un sol que se dejaba sentir.
Martín.
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