LLuvia silenciosa que empapas lo que tocas, rompiéndote en los cristales y dejando en ellos las heridas con la fuerza de tu aliado el viento, las fuentes gustosas esperan siempre tu venida y las monedas que en el fondo yacen cumplen los deseos de los que las arrojan, reflejándose sobre ellas los relámpagos que desde el cielo gris oscuro rompen en sonido estruendoso, haciendo vibrar el lucero que permanece encendido en el horizonte, lluvia silenciosa de celestial música para los follajes verdes, nunca me canso de contemplarte, y si acaso los árboles tuviesen alma, con las notas de tu piano los adormeces, dejando caer de sus hojas, gota tras gota como cascadas frescas que van y terminan en los charcos que gustosamente los niños de la calle levantan sus oleajes al brincar sobre ellos, el cielo de esta tarde de junio se cubrirá de nuevo con tu alfombra oscura sobre ti, y el ciclo de una dulzura emocionante abrazará tus resonancias y volveré de nuevo a contemplarte, a sentir la palpitante frescura del ambiente que envuelves, a remontarme en el tiempo de mi infancia y recordar el recostarme con mi cara al cielo, dejando que las gotas rompieran cerca de mis océanos, llenándolos con tus aguas para cuando necesitara navegar sobre ellos, encontrara en sus aguas los papiros que me permitirían conocer el secreto de tus lagrimas y el fruto de tu aurora, alimentando los capullos que recién se asoman dejando sobre ellos las huellas de tus gotas, las hojas de los árboles de mi patio anuncian tu incipiente y pronta venida, de nuevo te esperaré y volveré a contemplarte.
Martín.
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